domingo, 9 de febrero de 2014

NO SÉ SI ESTOY EN EL CAMINO

Vamos caminando sin rumbo porque desconocemos si estamos en el verdadero camino y eso ocurre, en la mayoría de las ocasiones, porque no tenemos definido nuestro punto de llegada, ese norte que debe alimentar nuestras esperanzas y soportar nuestras vicisitudes, transformadas en desilusiones.

Queremos emprender y caminar, acompañarnos si es necesario de quien desee soportar nuestra presencia, para dialogar de lo bueno y lo malo, apoyados en el bastón con el que balanceamos nuestros cuerpos, pero después de un trayecto caminando involuntariamente, sin la brújula propia de la sensatez que quiere llegar a destino, porque desconoce lo que quiere y lo que busca, nos perdemos en la noche de las ilusiones y sucumbimos a las alimañas de nuestras voces interiores.

No es bueno diseñar una caminata muy larga sin haber previsto obstáculos y estrategias para superarlas, porque el ideal es elaborar un proyecto por etapas, donde cada momento de nuestras vidas se convierta en un paso más para llegar a nuestro destino, el que nos hemos fijado como seres humanos racionales y sociales, o sea "llegar a ese ser superior que nos inspira y nos espera, sin fallar a quienes nos miran, de carne y hueso, nos imitan y confían plenamente en nosotros, como ejemplos y testimonio, a fin de que sus pasos sigan un rumbo, esperando que nosotros ya estemos en el camino que ellos han de poner en sus vidas".

Salir a pasear sin saber a dónde se deben dirigir las miradas ni dónde debemos descansar es una aventura que nos mantiene distantes y nos cansa, agota nuestro deseo de llenar de vivencias el recorrido trasiego por este mundo y dificulta nuestro desarrollo personal, pues el ambiente, lo que nos rodea, también nos moldea y condiciona en nuestra forma de ser y estar entre los demás, es perderse en un mundo que te atrapa para que no sigas tu rumbo.

A pesar de tener un mapa, de haber diseñado rutas y de creer que he medido bien las distancias para poder disponer de descansos por tramos, a veces nos hacemos la pregunta ¿Estaré en el camino? y eso ocurre porque vemos a otros que van caminando muy rápido, pensando que su marcha la tienen muy clara, otros que van elegantes y en vehículos porque no quieren cansarse en el trote que les correspondería si fuesen a pie y, muchos otros, quieren hacer la travesía en un corto espacio de tiempo y encontramos más pesados aún nuestros pasos al vernos cansados, harapientos, agotados, sudorosos, quejumbrosos, achacosos y con pesares, por el paso de los años caminando o por los años que pasamos solos en el camino.

Pero no siempre es esa la pregunta, aunque pudiera cambiar su construcción, pues lo que realmente nos preguntamos es ¿Será esta la forma de vida que me corresponde y no la de ese otro que aparenta no tener problemas? ¿Será este el camino que debo seguir, fiel a mis principios, o puedo bambolearme de un sitio a otro, como el de ese que va al sol que más calienta?.

La verdad es que en nuestro caminar debemos tener en cuenta el punto de partida (de dónde venimos) y no olvidarnos de nuestros ancestros y su filosofía de vida y del punto de llegada, si lo tenemos claro (a dónde vamos), pues sólo así se puede aceptar cualquier dificultad, soportar cualquier desafío, afrontar cualquier inconveniente y vencer cualquier contrariedad.

Siempre habrá quién nos anime a no establecer metas porque es bueno ir a la deriva, pero el tiempo perdido y las experiencias acumuladas nos harán reflexionar, más pronto que tarde, para que en realidad retomemos el sendero que nos lleve a donde tenemos previsto y lo suyo es que, reconociendo de dónde nos viene la energía, alcancemos ese árbol que nos dio la vida y al que debemos entregar la hoja de ruta, o sea, las experiencias acumuladas y los errores cometidos, los diálogos mantenidos y los esfuerzos desplegados, porque todos son parte de nuestro proyecto de vida.

Es bueno preguntarse, de vez en cuando !no sé si estoy en el camino!, pero no por la envidia que te puede generar la vida de los demás que aparentan vivir mejor que tú sino por saber que te estás desviando y necesitas orientar mejor tus pasos, no sacando la mano para adelantar sino extendiéndola para compartir, entregándola para saludar y brindándola para animar a que otros compartan tu propio proyecto de vida, el que verdaderamente debiera generar entusiasmo y motivación por el contenido de la carrera y no por el color de las botas, por el peso de tus gotas de sudor verdaderas y no por el aroma de tu colonia preferida.

Para caminar hay que preguntar ¿Es este el camino? porque no quiero desviarme y al final, cuando lo encuentre, poder estar contento de mi propio caminar. Caminando se hace camino, pero el camino ya está estructurado y sólo nos corresponde descubrirlo debajo del suelo, con nuestros gestos y nuestra atenta escucha, ya que escuchar la voz y seguirla es tan fácil como no dejar de ser tú mismo pensando primero en los demás.

Tu amigo que nunca te falla.

JUAN

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