jueves, 2 de mayo de 2013

CIERRA LOS OJOS PARA VER BIEN

He hecho el ejercicio de cerrar los ojos para imaginarme lo que está por venir y siempre busco respuestas para las imágenes que se me presentan, con lo que llego a encontrar la raíz del problema que me atormenta y  logro identificar las alternativas de salida para que al abrirlos sepa qué hacer y cómo lanzarme a superar limitantes.

Te propongo cambiar una ofuscación por un segundo de silencio y con los ojos cerrados, la primera pregunta que te llega como un rayo es ¿y por qué empezó este mal rato?. Plantearse el origen de los problemas es como reconstruir una escena, pues siempre te llevará al origen del mismo para intentar descubrir los detonantes y poder aplacarlos con actitudes coherente.

No es bueno imaginarse nada con los ojos abiertos, porque sueñas confundido con la realidad. Te aseguro que es mucho mejor mirar hacia adentro, con los ojos cerrados, descubriéndote en la adversidad y el compromiso de un dilema ante el que no saber decidir con claridad.

Si deseas saber por dónde va el e-mail que acabas de enviar, cierra los ojos y conviértete en un byte que recorre las praderas virtuales de cables e información para seguir la pista a tu mensaje, el que tienes miedo que llegue pero vives ansioso y preocupado porque pueda perderse.

Cuando miras a alguien con recelo, iras, envidia o con ánimo de reconciliación, cierra los ojos para que sientas el viento fresco de la sonrisa del otro o la mano que alcanzó a tocar tu cuerpo, porque sólo así se puede responder con gestos de respuesta verdadera, porque ya has triturado los pesares y los desencuentros y con ese deshecho has logrado construir un abrazo reciclado, el que menos contamina y el más duradero.

Escuchando una conferencia es bueno cerrar los ojos porque te dejas llevar y te adentras en el relato, puedes penetrar un cable o perforar una montaña, caer en un volcán en erupción o derrumbar murallas, volar a donde no te permitirían o regresar de donde sería imposible, porque no hay barreras para la imaginación de un ser humano que quiere y está dispuesto a aprender, hoy y por siempre todavía.

Si sales de viaje, cierra los ojos e imagínate el dolor que le queda a aquellos de los que te despediste, intenta comprender su amargura y su soledad, descubre en el vacío que quedó si fuiste capaz de dejar alguna huella y acaricia esos ojos con un mensaje de pronto retorno.

Cuando acudas a una sala de partos cierra los ojos para meterte en el vientre y coger de la mano a tu hijo y dar un paseo con él o con ella hasta este mundo, el que debe estar dispuesto a transformar si quiere desembarcar y habla de sus proyectos y sus ambiciones, su misión encomendada y sus aspiraciones, porque sólo así llegaremos a ser mejores padres el día de mañana.

Al ver una película cierra los ojos para que tú pongas el argumento y descúbrete como protagonista en tu vida, que nadie más sea capaz de confrontarte sin antes haber estudiado tu propia realidad y haber sido capaz de desenmarañar los secretos que no te permitían ser tú mismo-a.

Cuando emigres y quieras llorar porque desearías juntar el mapa para estar de parte y parte, cierra los ojos y comprueba si has sido capaz de darle a cada cuál lo que esperaba de ti, pues sólo así tiene sentido marcharse en busca de lo desconocido y, por el contrario, no dejes de rebelarte contra la distancia y los kilómetros porque tu añoranza puede siempre más que las fronteras.

Al rezar cierra los ojos y piensa en quien te está necesitando a su lado, porque esa presencia instantánea con tu sombra puede hacer más feliz a alguien que una limosna, ya que le das calor y soporte, algo que ni se compra ni se vende en la botica o el supermercado; por eso somos únicos y singulares.

Al escribir cierra los ojos y mírate en las palabras que redactas, porque ahí estás poniendo el énfasis y el cariño, al relacionarlas con las vivencias pasadas, el recuerdo de unos pasos y la suavidad de su piel.

Al preparar la comida cierra los ojos y apaga el fuego, porque esa es la primera etapa de la digestión, mirar lo que imaginas comer y al mismo tiempo condimentas con el sentimiento de lo que te gusta y nunca vas a olvidar, lo que sabe a mies y dulzura, a palabras de madre y a seno único.

Incluso al enfadarte cierra los ojos y luego suspira, porque no miras con rabia ni atacas con furia, sólo transmites un estado de ánimo que puede ayudar al otro a escucharte mejor y aprender de tus gestos y tus palabras.

Al agradecer cierra los ojos, para ver bien por qué lo haces, ya que se agradece siempre a la vida y la vida es inmaterial, donde tantos seres humanos y tantas otras circunstancias han aportado a lo que eres hoy día, ese ser humano que aporta y construye, que aprende y se supera, que a veces manipula y otras concede, que obedece y que asume, que colabora y participa, que reconoce y aplaude, que desmiente y cuestiona o que, simple y llanamente, revive y lamenta.

Gracias por estar ahí. Tu amigo, que nunca te falla.



JUAN

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