domingo, 12 de mayo de 2013

NO FIRMES AÚN TU TESTAMENTO

Si estás listo para hacer tu propio testamento y legar lo poco o mucho que tengas piensa que antes debes revisarlo para cumplir con tres máximas en tu vida:

                                             1. Inclusión de la ecuanimidad
                                             2. Honradez en la declaración de intenciones
                                             3. Aporte de un legado indeleble.

Casi todos cumplen con las dos primeras máximas, pues para la primera se intenta ser ecuánime con todos aquellos a quienes quieres incluir como beneficiarios de aquello de lo que te desprendes y para la segunda necesitas hacer un ejercicio espiritual profundo para confesarte contigo mismo y ser honrado, desprendiéndote de lo que no lograste con tu esfuerzo y depurando lo que está viciado por el tiempo o los comentarios.

Pero después de un trabajo de muchos días y muchas noches, consensuando cuanto escribas con tu pareja, con o sin la presencia de un notario, necesitas aportar con la tercera máxima, para mí la fundamental y, hasta que no la termines, nunca firmes el testamento.

Cuando hablo de "aporte de un legado indeleble" me refiero a ciertas circunstancias, hechos, manifestaciones, apuntes o recortes de la vida que debes incorporar en tu propio testamento, el que pretendes tener listo en un esfuerzo por "dejar las maletas hechas" y que sea la sumatoria de lo que heredaste, lo que alcanzaste y lo que aún te pertenece porque compartes con ese alguien a quien llamas pareja.

Entre estas circunstancias estarían:

1. La fotocopia de una lágrima, para que siempre se sepa porqué lloraron en esta vida quienes firman el testamento y eso te debe recordar que hubo quien se preocupó y quien se lamentó, quien estuvo a punto de tirar la toalla y quien se alegró por ti.

2. La huella de uno de sus zapatos, puestos juntos los del papá y de la mamá, para que analices lo desgastados que estaban por tantos recorridos para servirte o para empujarte, para llevarte o para traerte, para acompañarte o para mirarte a lo lejos porque eras la obra perfecta para ellos o la manifestación más decadente de un hijo, a la vieja usanza.

3. La huella digital de uno de sus dedos, porque nadie va a tener otra igual y esa debes estudiarla por cuanto aplaudió y abrazó, te escribió y te marcó los números telefónicos, manual o digitalmente, te peinó o te enseño a conducir, te cogió de tu mano o te lanzó al mundo, desprendiéndose con dolor de tu cuerpo triste e indeciso.

4. La impresión de un aliento, en código de barras, porque es lo que ocurría cuando se tendían para descansar después de un día vigilando y mirando, apoyando y supervisando, esperando y guiando.

5. El momento de una mirada, ya que te va a acompañar después de que ellos te dejen y se vayan a dormir eternamente, pues siempre estarás acompañado y de eso te debes sentir orgulloso y privilegiado.

Sólo con esto merece la pena firmar un testamento, aunque te olvides de las tierras y de las casas, de los patrimonios y de las cuentas corrientes, de los negocios y de las partituras que deben seguir cantando, de los vehículos y de las empresas, ya que esto es a veces más motivo de discordia que de concordia.

Un testamento, al fin y al cabo, debe seguir siendo una libreta de caligrafía donde aprendamos de las lágrimas bien derramadas, de los zapatos que iniciaron y siguieron el rumbo trazado,de la huella digital que nunca se borró, del aliento que nunca se cansó y de la mirada que nunca se desvió.

Haz bien tu tarea, te lo dice tu amigo que nunca te falla.


JUAN

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