martes, 19 de febrero de 2013

¿TIENE RENGLONES LA VIDA?

Si somos capaces de imaginar a la vida como una página, donde cada día escribimos historias no resueltas y aprendemos de lo vivido para seguir abriendo nuevos capítulos, toda una expectativa desde el día en que nacemos se transforma en un argumento que no sabemos si lo aprendemos para llevarlo a la práctica o de la misma práctica extraemos los elementos para seguir estudiando nuestro accionar y procurar mejorar en el siguiente párrafo que aún está por venir.

La vida también tiene renglones y son los actos espontáneos cuando damos un beso, corremos a salvar a alguien de un peligro inminente, ese piropo del que luego sentimos vergüenza o un abrazo de felicitación que salió de lo más profundo del alma.

Hay renglones que se desvían cuando se escriben, como los momentos de terror cuando algún problema sobrevuela a la familia, somos testigos de un delito de sangre, descubrimos a nuestro alrededor y con sorpresa que aquel en quien confiábamos se despierta como agresor confeso o en aquellos momentos en que la enfermedad nos sobresalta y nos hunde en una reflexión vital.

Hay renglones con altibajos, como cuando fracasamos en nuestra relación de pareja o en las justas aspiraciones que teníamos para alcanzar un puesto de responsabilidad, al irnos de una reunión sin que nadie haya tomado en cuenta nuestro punto de vista o cuando hacemos algo y nadie aplaude, al sacrificarnos por algo y seguir siendo seres olvidados o cuando queremos hallar una respuesta y sólo surgen preguntas incómodas y recalcitrantes.

Hay renglones donde la tinta pareciese borrarse como al quedar impactados por la inminencia de un accidente, al ver una película que es fiel reflejo de la realidad, al sentir que la desgracia se acercó a nuestra puerta o cuando reconocemos ante los demás que somos culpables de lo que se nos inculpa, al aceptar nuestros vacíos y al sentirnos obligados a humillarnos y arrodillarnos porque el guión de la vida lo tenía escrito para nosotros.

Hay renglones entrecortados porque faltan palabras para describir los horrores que recorren las venas de aquellos acorralados y sobrecogidos, golpeados y vilipendiados, arrastrados y arrancados de sus orígenes y sus propias raíces.

Hay también renglones sin ortografía porque nos faltó tiempo para escribir lo que escuchamos de menosprecio o lo que tocamos añejo y sin vida, lo que vimos derrumbarse o lo que olimos a muerte, lo que dejamos atrás porque nuestro orgullo se adelantó o lo que arrebatamos porque lo queríamos para nosotros.

Hay, a pesar de todo, renglones de vaivenes cuando nos quedamos dormidos por el agotamiento o borrachos de amargura, al viajar de aquí para allá y queremos plasmar lo que contemplamos, lo que anotamos cuando nos trasladan "con urgencia" a un centro sanitario para que seamos atendidos o lo que supimos dibujar, con garabatos y temblor, durante un terremoto que nos quitó la paz del momento y la tranquilidad de nuestros minutos de descanso.

Hay renglones que no llegaron a su fin porque en ese momento tuvimos un infarto o caímos por una crisis epiléptica, nos sorprendimos y salimos corriendo a ver la nieve que caía o nos extendieron una mano desde un cuerpo abatido por la indiferencia y el malestar que no pasan y dejamos de prestarle atención a lo que hacíamos.

Hay renglones en los que las letras parecen dibujos porque quisimos plasmar nuestra expresiones y las que encontramos en el otro, de sorpresa por vernos o de castigo por ser nuestros competidores, de alegría por recibir un premio o de llanto por lo perdido y jamás recuperado, de incertidumbre por no saber explicar lo que aconteció en tu vida y de lo que todo el mundo opina o por la estupefacción de que aún siendo manifiestamente incrédulo sigues estando ahí para tratar de comprender artimañas y juegos, enredos y vacíos que intentan convencerte de que eres un juguete que baila a un ritmo, el que te impone la orquesta de la calle, la que manipula y aliena, la que prostituye y hunde, pero esa calle encargada de orquestar lo que no se considera derecho ni se acepta como respeto, sino la calle que olvida y margina, la que segrega y se desprende.

Gracias por seguir siempre ahí y procura seguir escribiendo renglones en el cuaderno de la vida, aprende de los que la vida te enseñó y olvida pronto aquellos que te intentaron adoctrinar y condicionar, porque esas muestras nos pueden ser integradas en páginas tan importantes como los momentos vividos.

Tu amigo, que nunca te falla.



JUAN

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