sábado, 3 de noviembre de 2012

TÚ ERES MI CÁMARA DE FOTOS

Hoy día hablamos de cámaras fotográficas digitales y de colecciones virtuales, de modificaciones del momento con retoques en la cara o en el cuerpo por motivos de publicidad o apariencia, para decir lo que no somos o simular que estamos con quien no estamos.

Sinceramente, me cansa que juguemos a re diseñar nuestra historia de vida, porque somos lo que somos y nunca podremos ser -en apariencia- lo que un programa de fotos quiera que seamos, porque se nos va a notar que nos estamos engañando y la verdad va a aflorar cuando nos miremos y dialoguemos, tirando por la borda nuestra primera apreciación virtual.

Por esto, creo que ha llegado el momento de decirles a las personas que son nuestra cámara de fotos, pues a través de ellos vemos el mundo y sus contrariedades, como al anciano abandonado en un hogar para ancianos, ya que en sus ojos se vislumbra una historia de lucha y abandono y esa foto sólo podrá retocarse si recibe visitas diarias o ningún hijo se olvida de esa verdad que mastica -sin dientes- en sus ratos de soledad.

Debemos hablarle a esas mujeres abusadas y rociadas de ácido en la cara para decirles que son nuestra cámara de fotos, la que nos permite ver una realidad educativa que asombra y asusta en el siglo actual, con un grado de irrespeto y violencia de género que debiera estremecer a esos organismos internacionales que velan por la igualdad de todos, ante todos y a quienes viven y trabajan por una igualdad de oportunidades y derechos, cuando aún estos temas no forman parte de la agenda en ninguna campaña electoral del mundo, ni aún habiendo premios Nobel de por medio.

Hay que acercarse al preso para decirle que es nuestra cámara de fotos para ver su infancia y la violación de derechos que sufrió y que transformaron una personalidad abierta y conciliadora en una mente voraz que arrastró todo a su paso, viviendo en un barrio de desigualdades controversias, sin ley ni orden, donde sólo entraban los residentes y vecinos porque todos callan y permiten lo que por años reclamaron y protestaron sin respuestas.

Debemos mirar a la cara a ese niño desnutrido, en brazos de una madre cansada y agotada por el abandono y el olvido, esperando manos de paz y voces de apoyo, leyes que no sean de silencio y normas nuevas para un mundo viejo, pero sigue conformándose con las contribuciones que caen en paracaídas a una tierra seca de esperanzas y árida de compromiso.

Hay que mirar al desempleado y desahuciado, para decirle que es nuestra cámara de fotos, por donde puedo tomar la instantánea que me va a hablar de años de sufrimiento por no poder pagar a quien reconociendo que lo hizo mal sigue abogando por recuperar, aunque en el empeño se destroce la dignidad y se humillen hasta las lágrimas, acampando en caras de dolor a las puertas de los bancos.

Debemos mirar a la cara del enfermo en su agonía y decirle que es nuestra cámara de fotos, porque voy a mirar y mirar el momento que me ofrece de confesión de sus errores y sus penas, amalgamadas con cemento de ilusiones rotas y arena de libertades interrumpidas.

Hay que mirar a la cara del payaso y agradecerle que sea, por un momento, nuestra cámara de fotos, porque saben llegar a donde no llega el medicamento ni el premio de la lotería, a despertar una sonrisa en un cuerpo maltrecho, un estremecimiento en el cuerpo de un niño de 2 años o una alegría en los aplausos de un enfermo de Alzheimer.

Debemos mirar a la cara de un abatido de una guerra civil que nadie entiende y todos permiten, porque ne su mirada se puede admirar el odio racial y las dificultades de algunos para expresar lo que otros podemos en democracia.

Hay que mirar a la cara del vagabundo y de la prostituta, del homosexual y del marginado, porque sus rostros nos van a permitir fotografiar una historia de lucha y discriminación, de despojos y de miseria, en una paleta donde los colores que primar siempre serán el marrón tierra de las calles que los ven y los albergan y el negro de la obscuridad de la sinrazón y el olvido.

Debemos mirar a la cara de quien tiene hambre y frío, es perseguido o predica en el desierto, porque en sus mensajes encontraremos la cámara de fotos para entender mejor los mensajes, en sus contenidos y su enfoque, pudiendo comprender la rabia y el desaliento, al encontrarse helados de propósitos y tiritando de soledad.

Hay que mirar a la cara del reconciliado en el perdón y el arrepentido, porque en ellos está la foto para que aprendamos a perdonar y a buscar el arrepentimiento de cuantos actos cometemos a diario por dejar hacer, por dejar de pensar, por dejar de sentir y por dejar de participar, abandonando nuestra razón de ser de soporte para el otro.

Debemos mirar a la cara de quien sabe mucho y no transmite y el que sin saber lo da todo, porque son esa cámara de fotos que nos debe resplandecer el alma para dar todo lo que albergamos, como una esponja que escurre el agua contenida y necesita seguir llenándose de verdad para seguir exprimiéndose y goteando segundos de verdad para abrir caminos a quienes están perdidos en sus recorridos por esta vida.

Hay que mirar a la cara a quien manda y lidera, porque es la foto idónea para reconocer si está hablando su cerebro, su corazón o su sentido común, los tres portavoces del cuerpo y del alma, que deberán aflorar según las necesidades y los recodos de una sociedad en crisis.

Tomemos a los demás como nuestra cámara de fotos y así podremos sentir mejor nuestro pasado, comprender nuestro presente y pensar en nuestro futuro.

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN


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