Si las paredes fuesen transparentes, se podría ver la pérdida de tiempo como un gasto innecesario y el trato entre iguales como una condición soterrada que invita al silencio más sepulcral.
Si las paredes fuesen transparentes, se haría visible el doble sentido de los gestos y los colores tenues y apagados de las voces de esperanza, una vez reposada la euforia de los discursos.
Si las paredes fuesen transparentes, sentiríamos el perdón de las miradas y en el suelo podríamos descubrir las huellas desandadas.
Si las paredes fuesen transparentes, se delataría la injusticia de no discutir sobre el desacuerdo de una orden y el valor imperativo de una mirada de consenso.
Si las paredes fuesen transparentes, comprobaríamos el efecto analgésico de un rato de compañía y el alivio, reflejado en las lágrimas que se regalan, por ser aceptado en un mundo de iguales.
Si las paredes fuesen transparentes, descubriríamos el poco interés que genera el calendario y la mentira que cubre los ratings de pacotilla que tanto amedrentan y preocupan.
Si las paredes fuesen transparentes, estaríamos descubriendo el color de la sangre, sin palpitar, de la inteligencia artificial y el sentido ambiguo que algunos otorgan a los escudos sociales.
Si las paredes fuesen transparentes, nos impactaría el dolor provocado por el menosprecio y el acoso al que se somete al liderazgo.
Si las paredes fuesen transparentes, veríamos donde revolotean las moscas y por dónde corretean las cucarachas.
Si las paredes fuesen transparentes, se leería la letra pequeña de los acuerdos y las diferencias notables en los resultados, según el color de las pisadas.
Si las paredes fuesen transparentes, se verían pasar los cohetes dirigidos y las balas, con nombres y apellidos.
Si las paredes fuesen transparentes, se podría mirar a los comités independientes y a las comisiones de investigación
Si las paredes fuesen transparentes, veríamos cuánto alimento se pierde y desecha, a la vista y paciencia de tanto niño hambriento.
Si las paredes fuesen transparentes, saludaríamos a las caries de tanta gestión inexperta y los eructos de tanta bandera cuestionada.
Si las paredes fuesen transparentes, seríamos tristes espectadores de tanta tragedia desapercibida y enemigos de las cordiales bienvenidas...
Ay¡ si las paredes fuesen transparentes...
Tu amigo, que nunca te falla
Juan
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