domingo, 30 de marzo de 2025

¿A CUÁNTO ESTÁ EL LITRO DE HUMILDAD?

 No hay eso que llaman "humildad" en todos los centros comerciales, porque no todo el mundo come una ensalada de humildad si está cansado de degustar hipocresía en el menú del día.

Hay muy poca "humildad" en las cartas de los grandes restaurantes, porque las papas aliñadas con rabia o la carne con salsa de ironía están sobresaliendo entre los platos calientes.

Casi no queda "humildad" en las pescaderías, porque los mariscos que se alimentaron de algas sólo conocieron la pedantería en las aguas profundas.

Nadie conoce la "humildad" en la frutería, porque sólo se puede saborear la acidez y la aspereza de la vida, el dulzor amargo y la incertidumbre de lo desconocido.

Es muy raro encontrar la "humildad" en la panadería, porque la levadura es egoísta y la harina espolvorea las noches de un carnaval de desenfreno mentiroso.

Y nunca pude encontrar "humildad" en la licorería, porque cada trago está cargado de desaire, rencor y odio.

Y, entonces.... ¿dónde puedo comprar un litro de humildad?

En la mirada sincera que busca otra mirada amiga

En el dolor del desencuentro que busca un reencuentro

En el día distante que espera acercarse para saludad y escuchar.

En la postura que espera llamar la atención de quien no puede caminar

En los primeros pasos de quien lucha de verdad por un proyecto para los demás.


Hoy he comprado medio litro de humildad. ....¿y tú?


Tu amigo, que nunca te falla





Juan 

lunes, 10 de marzo de 2025

Si las paredes fuesen transparentes...

 

Si las paredes fuesen transparentes, se podría ver la pérdida de tiempo como un gasto innecesario y el trato entre iguales como una condición soterrada que invita al silencio más sepulcral.

Si las paredes fuesen transparentes, se haría visible el doble sentido de los gestos y los colores tenues y apagados de las voces de esperanza, una vez reposada la euforia de los discursos.

Si las paredes fuesen transparentes, sentiríamos el perdón de las miradas y en el suelo podríamos descubrir las huellas desandadas.

Si las paredes fuesen transparentes, se delataría la injusticia de no discutir sobre el desacuerdo de una orden y el valor imperativo de una mirada de consenso.

Si las paredes fuesen transparentes, comprobaríamos el efecto analgésico de un rato de compañía y el alivio, reflejado en las lágrimas que se regalan, por ser aceptado en un mundo de iguales.

Si las paredes fuesen transparentes, descubriríamos el poco interés que genera el calendario y la mentira que cubre los ratings de pacotilla  que tanto amedrentan y preocupan.

Si las paredes fuesen transparentes, estaríamos descubriendo el color de la sangre, sin palpitar, de la inteligencia artificial y el sentido ambiguo que algunos otorgan a los escudos sociales.

Si las paredes fuesen transparentes, nos impactaría el dolor provocado por el menosprecio y el acoso al que se somete al liderazgo.

Si las paredes fuesen transparentes, veríamos donde revolotean las moscas y por dónde corretean las cucarachas.

Si las paredes fuesen transparentes, se leería la letra pequeña de los acuerdos y las diferencias notables en los resultados, según el color de las pisadas.

Si las paredes fuesen transparentes, se verían pasar los cohetes dirigidos y las balas, con nombres y apellidos.

Si las paredes fuesen transparentes, se podría mirar a los comités independientes y a las comisiones de investigación

Si las paredes fuesen transparentes, veríamos cuánto alimento se pierde y desecha, a la vista  y paciencia de tanto niño hambriento. 

Si las paredes fuesen transparentes, saludaríamos a las caries de tanta gestión inexperta y los eructos de tanta bandera cuestionada.

Si las paredes fuesen transparentes, seríamos tristes espectadores de tanta tragedia desapercibida y enemigos de las cordiales bienvenidas...

Ay¡ si las paredes fuesen transparentes...


Tu amigo, que nunca te falla




Juan 

  

martes, 4 de marzo de 2025

El lenguaje gestual se ha hecho mayor

 

Las palabras, como casi siempre, han perdido su sentido diplomático y han dado paso a los ex-abruptos de los gestos. Y son estos los que se han ido incorporando en el lenguaje coloquial, intra-familiar, o incluso paterno-filiar.

Se señala más, porque faltan palabras para detallar lo que se tiene que transmitir en algún momento  concreto. Y es por eso que los gritos estén de actualidad, que el negacionismo inaceptable esté de moda o que acorralar a alguien y señalarlo sea una estrategia "de quita y pon".

Si cualquier avance hacia la normalidad debe incluir un lenguaje gestual de odio y menosprecio, con cortes de manga que no aceptan ortografía alguna, lo normal que nos espera es lo peor de la espera.

El mundo no plantea ni lanza sugerencias para que hablemos, con templanza,  al referirnos a un enemigo. Hay que transmitir una rivalidad de contrastes que es poco edificante  y, si se acompaña de gestos amenazantes, parece que va más acorde con los propósitos.

Se debiera planificar el interrogatorio con el ánimo de extraer respuestas convincentes, aún con la posibilidad de rebatir los argumentos en el transcurso de un diálogo "al uso".

Sin embargo, es notorio que se estudian los gestos que pretenden amedrentar, ya que así se hace presente el salvajismo de la condición humana. Se ha aprendido a interpretar las ofertas, en este teatro donde se plantean dudas y medias verdades, con la sombra del miedo y e sin pizca de compresión alguna.

Y de tanto usar el lenguaje gestual que obliga, condiciona o tergiversa, se ha hecho mayor una conducta imperativa que no deja espacio para una discusión serena, sensata y propositiva.

Los niños no tienen paciencia para escuchar y aprender de los relatos, porque se ha aprendido que lo impuesto debe visualizar el poder aprendido.

El padre está para enseñar y del que se debe tomar el ejemplo, acompañándose de un lenguaje de gestos que enfatizan la verticalidad en la transmisión de hábitos, e incluso de caracteres.

El lenguaje gestual transmite la picardía del momento, así como también podría relatar la aceptación de las diferencias, aunque sigue definiendo los escalones de la incomprensión y no el horizonte que nos debe unir a todos.

La única bandera que nos unirá, en el futuro, debiera ser la de los gestos normalizados que no aceptan interpretación tergiversada y el único acuerdo de paz que debiera ser aceptado, por todos, tendría que incorporar, por imperativo legal, un lenguaje gestual cargado de compromiso y comprensión mutua.

Tu amigo, que nunca te falla



Juan