domingo, 21 de abril de 2019

¿PARA QUÉ NOS SIRVE EL DESPERTADOR?


Un aparato tan sencillo, de engranaje tan torpe y tan vivaz en su relinche, que arranca el sueño de nuestro subconsciente y nos despierta a un mundo monótono e insensato, donde debemos arbitrar las mejores estrategias para sobrevivir, sin derecho a reclamo.

Y no podemos quejarnos porque nosotros mismos armamos esa bomba de tiempo, determinando la hora a la que queremos que suene y lo ubicamos en el extremo a donde no puede alcanzar nuestra mano, quizás porque así precisamos levantarnos y el sueño se va disipando al compás de los pasos que precisamos dar para llegar allí y apagarlo.

A veces estamos despiertos y, sin embargo, esperamos a que nos ordene que despertemos porque así disfrutamos más de un tiempo de silencio, recostados y sin hacer nada.

Y no nos ponemos a pensar que estamos perdiendo la oportunidad de que el canto de un pájaro, transmitido a través de la ventana entreabierta, sensibilice un despertar con el acorde propio de la naturaleza.

Y olvidamos que la luz de la mañana no desea pelear con el despertador y, sólo por eso, ya no penetra por nuestras córneas ni aviva el concepto de otro amanecer a la vida.

La mascota prefiere no interrumpir un sueño programado y deja de reclamar el paseo diario, creyendo que su dueño se ha convertido en un autómata y le demostrará afecto para que le lleve la comida, pero no le querrá como antes.

E incorporamos en nuestra filosofía el ring-ring antes que la profundidad del llanto o el soliloquio del sonambulismo y luego nos levantamos sin memoria de lo que ocurrió durante la noche, con lo importante que es el descanso y la sensación de haber sido útil en esta otra mitad del día.

Pensamos en el error de llegar tarde y colocamos en la maleta un despertador, pero olvidamos dormir pronto y esperar a que amanezca.

Para vivir no es necesario que algún artefacto nos despierte y oriente, recuerde que debemos hacer la cama o lavarnos la cara, porque estaríamos desplazando nuestras vivencias y haciéndolas obedientes.

Y entonces... ¿para qué nos sirve el despertador?

Debiera servirnos para despertar a la certidumbre, dándonos las ideas necesarias para retomar el camino correcto de las actitudes y las propuestas coherentes, al servicio de los demás y este despertador no se compra, porque nacemos con él, precisando únicamente que lo desempolvemos y lo programemos para ser cada día más humanos y sensatos.

Debiera ser útil para que sonase cuando dejásemos de acoplar nuestras verdades a las necesidades de los demás, como una llamada de atención moral antes que judicial, con lo que no habría lugar para la inmunidad ni la impunidad y las cárceles sólo estarían llenas de quienes no desearon escuchar el despertador.

Es muy importante descubrir dónde tienes escondido tu propio despertador y así te alegrarás de tu paso por este mundo, porque te evitará muchos sobresaltos hablarle y sentirlo, despertarte con él y no olvidarlo antes de hacer la maleta y salir a la calle cada día de tu vida.

Tu amigo, que nunca te falla




JUAN 

No hay comentarios:

Publicar un comentario