viernes, 22 de junio de 2018

CUANDO LOS PECADOS PECAN

Estudiamos una etapa de nuestras vidas prehistóricas, donde todos vivían en sociedades recubiertas de castigos importantes a faltas menores, porque la ejemplaridad era el sustrato para la vida en común. 

Y el pecado pasaba por la acera del robo de lo ajeno y la alteración de la propuesta divina, del irrespeto a las decisiones y la mezcolanza entre clases.

Más adelante se viviría el pecado como un deshonor y la penitencia llegó a ser un escenario de resolución de conflictos.

En muchos momentos de la historia se definieron a las actitudes como pecados, cuando se traspasaba lo permisible y se caducaban las respuestas a los gestos que se salían del patrón acordado. 

Y por eso era pecado mirar más arriba del tobillo o acercarse sin permiso. Se miraba mal a quien insinuaba y se repudiaba el enseñar lo que otros no querían guardar sólo para sí.

Pasaron los días y los pecados se tiznaban de miedos a que se descubriera un secreto a voces y llegó a ser pecado hablar mal de un otro con medallas peyorativas y títulos plenos de incredulidad.

Y se perseguía a los contrarios porque su mentira podía llegar a ser un oportunismo para desvirtuar las verdades a medias.

Vivimos cargando de pecados a las relaciones con los seres humanos de distinto sexo y crecimos "los niños con los niños y las niñas con las niñas", pero se transformó en el germen de una sociedad de diferentes con almas gemelas, en la que las miradas eran tabúes y los gestos se convertían en expresiones malentendidas.

Y terminamos alcanzando una sociedad donde se pensaba que ya no había espacio para los pecados, aunque siguiera viva su levadura y se creyó que ya no había pecado en pecar. 

Y por eso hubo que poner freno a la manipulación y al maltrato, a la violencia y al acoso, al androcentrismo y a la discriminación positiva.

Hoy se sabe que los pecados de antaño pecan de ingenuidad y hoy, también, se comprueba que los pecados pecan por permitir ir más allá de la condolencia solidaria y la comprensión lógica de actitudes, aparentemente nobles y coherentes.

Y hoy, cuando se piensa que no hay pecados, sigue habiendo quien peca con alma de pecadores, al quedarse con lo indebido y al prometer lo que nunca se llegará a hacer, al perder de referente los valores y al alegrarse del dolor ajeno, al vivir sin escrúpulos los cementerios re nacientes en medio de los océanos o los corazones olvidados de acogida para los refugiados.

Hoy sabemos que los pecados pecan porque sigue habiendo lágrimas y estigmas donde debiera nacer la alegría y el encanto, sigue viviendo el odio donde debiera surgir una madurez sociológica y continúa albergándose la violencia donde debiera habitar el humanismo.

Cuando una sentencia es injusta e ilógica, una decisión es irracional y, al mismo tiempo, aplaudida por alguien, un impulso es secundado por fanáticos o una voz es acallada para mantener vivos unos intereses creados, un cuerpo es arrastrado por la corriente de opiniones o un arrebato se pretende pasar con justificaciones, se le quiere etiquetar de benévola y lábil a una maldición que pretende soslayarse de bendita o anteponer los fines a los medios, es porque pecan los pecados y no se intenta comprender la sinrazón de los pecadores.

Tu amigo, que nunca te falla, de pide un minuto para reflexionar sobre el pecado de vivir en un mundo donde los pecados siguen pecando y los pecadores han dejado de creer en los pecados.



JUAN


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