miércoles, 16 de mayo de 2018

LA ILUSIÓN ESTÁ DE LETARGO



La ilusión, ese afán predispuesto por conquistar lo infranqueable y por descubrir lo ignoto, debe estar escrito en algún lugar de nuestro genoma y, con cierta frecuencia, descansa por un periodo de tiempo, según las circunstancias y las edades de la vida que estemos atravesando.

Algunas personas la agotan a diario y duerme cuando ellos descansan, pero otras se olvidan que la tienen en su historia de vida y se las ve desmotivadas, con una falta notable de estímulo y sensibilidad por la vida más cercana.

Hay días en que el fútbol te despierta esa ilusión apagada y te vistes de gala para animar e impulsar la carrera de tus jugadores predilectos, con el único propósito de que alcancen la victoria final, aunque después del partido te presentes ante el mundo con cara de circunstancia y ante los demás muestres unos rasgos propios de agotamiento vital.

A muchas personas es el teléfono el que se convierte en despertador de ilusiones adormitadas y empiezas a hacer planes y plantear estrategias para sobrellevar un día cualquiera y llenar tu vida de experiencias por venir.

En algunos casos te despierta la ilusión un aplauso por el compromiso generado, en forma de diploma o voz de apoyo,  por lo que empiezas a confiar más en ti mismo y en tus éxitos poco reconocidos hasta ese instante.

A casi todo el mundo le levanta el ánimo un contrato laboral que le ligará a una responsabilidad diaria, en el futuro más inmediato, procurando aportar en la generación de nuevo conocimiento o en la producción de un bien, como un eslabón más de la cadena productiva.

Es, en algunos instantes de nuestra vida, cuando la actitud valiente y desinteresada de algunos seres humanos despierta nuestra ilusión y queremos vivir siguiendo sus pasos, despojarnos de lo insignificante para tener una vida plena de ilusiones y caminar con la verdad, como compañera fiel.

En la mayoría de ocasiones, una buena noticia provoca un despertar de ilusiones y nos aplaudimos por dentro, en un arranque por demostrarnos que estamos hechos de un material infungible, lo que nos ayuda a hablarle a nuestra sombra con la ilusión propia de un luchador.

La vida misma también procura despertar a la ilusión de un letargo cuando se escucha un sí, en respuesta a una petición, bien sea de apoyo o compromiso de pareja, entablando un diálogo de miradas que te arrastrará a cambiar por el otro ser humano que valoró tu ilusión dormida más que tu empeño despierto.

Cada edad tiene su ramillete propio de ilusiones, que cambian con la madurez propia del ser humano y las experiencias que se atraviesan en los derroteros que cada quien emprende en su largo caminar por las décadas de la vida.

Sin embargo, cuando nos creemos solos, despojados de presencia y predestinados a estar sin apoyos, en una coyuntura silenciosa y ensombrecida, necesitamos un estímulo para sacar del letargo a la ilusión que llevamos dentro y es entonces cuando debemos provocar al orgullo de ser lo que somos para darnos cuenta de cuanto valemos.

Acostumbramos a olvidarnos de los detalles sencillos y los gestos desapercibidos, como una oración informal, un rato de silencio, un momento de reflexión o un apretón de manos, porque pueden llegar a convertirse en los mejores estímulos para despertar una ilusión "en coma".

Tu amigo que nunca te falla



JUAN



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