viernes, 18 de julio de 2014

HOY NO QUIERO, MAÑANA SÍ

Para los alcohólicos anónimos hay momentos en que les cuesta mucho trabajo decir "no", como cuando les invitan a tomar alcohol a sabiendas que pueden acabar emborrachándose y pierden el periodo de sobriedad que habían prometido a los suyos y con cuya promesa empezaron a vivir en paz.

Hay amigos que te convencen para que inhales droga o te la inyectes, te involucres en un submundo donde sólo hay tristeza y alboroto constante, mucha dependencia y un largo camino durante la abstinencia, pero tampoco hemos aprendido a decir "no" en el momento más oportuno.

Tenemos familiares que nos reclaman a voces, esperando algo de nuestra parte y tenemos por costumbre decir "no", ahora estoy ocupado y lo único que me hace falta es prepararme para otro problema más en mi vida, como si no tuviese bastante con lo que ya tengo.

Te invitan a salir y, en lugar de unirte a una experiencia para compartir con otros, tienes el prejuicio tan despierto que te obliga a decir "no", teniendo mucho miedo al qué dirán, al no saber cómo comportarte, al ignorar lo que debes aceptar, al tener que mezclarte con personas de otras clases sociales y al tener que empezar a pedir perdón, del que te habías olvidado ya, a la mitad de los que te invitaron y para lo que no estás dispuesto aún.

Un familiar te invita a su casa y has decidido decir "no" porque nunca se portó bien contigo y te ves incapaz de dar el primer paso y mostrarle el ejemplo de quien quiere tener muchos amigos y familiares con los que compartir, por lo que te arrinconas y te aíslas, pierdes la oportunidad de una reconciliación y te hundes en tu vanidad y tu orgullo.

Un profesor te llama para que le demuestres lo que vales y dices "no", porque te asusta presentarte ante los demás y ofrecer lo que llevas dentro, con el plus de personalidad que puedes entregar a los demás y aceptar la de otros muchos que te pueden aportar sensibilidad, paz y serenidad en tu vida propia.

Un vecino te llama desde la acera de enfrente y le dices "no", porque argumentas que tienes prisa para detener tus pasos y te olvidas de tu compromiso cívico y de los mensajes que siempre escuchaste a favor de la unión y la solidaridad.

Alguien desconocido te ofrece algo y dices "no" porque empiezas por desconfiar de todo, le anulas la posibilidad de integración porque vivimos con el estigma del miedo adherido a nuestro cuerpo, cuando lo ideal sería entablar un momento de miradas y, si hay convicción plena de lo que puedes intercambiar, ofertar tu tiempo y tus frases de apoyo a quien pueda necesitarlo.

Piden auxilio en alguna esquina y, en nuestro mundo interior, decimos "no" vayas, porque te pueden ver y ya estarías involucrado en cualquier hecho que se haya sucedido.

Te reclaman de un puesto vacante de trabajo y dices "no" porque crees que no has nacido para eso, te abruma presentarte en sociedad con tu recorrido de intelectual acobardado para desempeñar una posición tan baja en la escala laboral.

Vas a atravesar una calle y dices "no" porque tu intuición te está jugando una mala pasada y piensas que algo te puede ocurrir, correteando por tu subconsciente un complejo de inferioridad y una bruma de indefensión que es lamentable y triste.

Te anotan para que participes en una fiesta y te muevas como los demás y dices "no", porque ese aire de movida no va contigo, ya que eres una persona más seria y responsable.

Tienes la oportunidad de conversar con un grupo de compañeros de clase y dices "no", porque crees que no estás preparado para trabajar en equipo, aunque más adelante te darás cuenta que los principales proyectos han nacido de la discusión en el interior de un grupo.

Te aburres y entras en un bache depresivo y te quieren ayudar a salir de ahí y dices "no", porque piensas que el destino está siendo injusto contigo y quieres aferrarte a la vida del modo más egoísta y menos valiente posible "quedarte donde estás, dando problemas a los demás y llorando para tus adentros".

Te tienes que levantar a trabajar y dices "no" porque crees que debes dejar eso para otros y disfrutar de un día de asueto, aunque te vean tus compañeros y estés expuesto a perder tu empleo, sin pensar en quienes te esperan para agradecerte lo que haces a diario por ellos.

Te piden un beso y dices "no", porque estás vacío de afectos y exiges que antes den un paso los demás y se acerquen para entregarte los besos perdidos que te deben.

Estamos acostumbrados a decir "Hoy no quiero, mañana sí", porque es un modo de simplificar la vida y ahuyentar tus propias responsabilidades, de esconder lo que eres y de manifestar tus apariencias, de dejar que la vida haga todo antes de que te muevas, de no resolver nada y de no comprometerte con nadie, de guardar lo que crees que te corresponde y de no corresponder con el que cree en tí.

Creo, a ciencia cierta, que ya está llegando la hora de cambiar el "Hoy no quiero, mañana sí", por el "Hoy sí quiero y mañana también", pues es la única manera de salir de encierros y de abrirse a la vida, de reconocer quién eres y de esperar todo de los demás, de disfrutar de la presencia y de añorar la ausencia.

Hoy sí quiero estar fuera del bar y Hoy sí quiero vivir sin fumar ni inhalar, Hoy sí quiero salir y compartir, Hoy sí quiero que me perdones y Hoy sí quiero demostrar lo que he estudiado, Hoy sí quiero hablar con mi vecino y contactar con el extraño, hasta que me demuestre que vale la pena involucrarse, Hoy sí quiero auxiliar a alguien y aceptar el trabajo que me ofrecen, Hoy sí quiero atravesar esa calle y bailar contigo, Hoy sí quiero trabajar en equipo, Hoy sí quiero salir de mi llanto y mi tristeza, porque estoy convencido que sí puedo, Hoy sí quiero ir a trabajar, Hoy sí quiero regalar besos y Hoy sí quiero hacerlo sin reclamar nada a nadie.

Y lo más interesante es que, de ahora en adelante, voy a decir "Hoy sí quiero y mañana también"

Tu amigo, que nunca te falla.


JUAN

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