viernes, 3 de octubre de 2025

La vida es un saco de cuernos

 

Lees un rotativo y te impresiona algún calificativo con el que se pretende justificar una posición ideológica o criticar una compostura social, porque hiere cuando se clava y desgarra cualquier alfabeto sensato de opinión. 

Escribes sobre tu realidad más cercana y te apena que algún vecino no reaccione, con la prudencia acostumbrada, a hechos que conmueven el último hilo de sutura de tus propias convicciones.

Miras las expresiones, cuando sacas a pasear una temática que quieres introducir en una tertulia, y rebota tu bilis en el diafragma al notar que a algunos no se le marcan las arrugas de la frente si las diferencias atacan a los más desfavorecidos.

Pretendes darte media vuelta si es necesario llorar por la mascota que no se separa del cuerpo, sin vida, del niño que le dió compañía y las miradas distópicas no alcanzan a ver dibujado un corazón en las actitudes que humanizan al animal que corretea, gime y calla.

Escondes el odio para que nadie aprenda a gritar antes que a valorar lo mejor de los demás, en espera de que algún día germine en su interior la semilla que dejaste sembrada con tu actitud silenciosa, comprensiva y desnuda, por la indiferencia planteada o el odio marginal vomitado.

Y es que cuando buscas el centro energético en tu cuerpo, en un ejercicio de Pilates, aprovechando una pelota que te de concentración  y fluidez, al mismo tiempo, buscando el control de una respiración y la armonía con un  entorno, es porque deseas conocerte mejor.

Y de pie, sentado o tendido, sientes cómo te van pinchando los cuernos del saco en el que apoyas tu cuerpo.

Cada día ocurre algo que te llama la atención, clavándose en tu cuerpo y despertando tu rabia frente al mundo y cada estímulo es un motivo para generarte un estrés para el que no estabas preparado ni incluso lo deseabas para ti en ese momento.

¿Y qué es eso?

Ni más ni menos es la vida, que es un saco de cuernos.  


Tu amigo, que nunca te falla



Juan 

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