Sonaba una campana para acallar el murmullo, antes de un discurso, para que arrancase un combate, para mantener el silencio en el momento del ofrecimiento del pan y el vino, para solicitar un servicio o para anunciar la buena costumbre de quien ofreció un bote a quienes despachan en la barra del bar.
Sonaba la campana del monaguillo, cuando acompañaba al sacerdote en la peregrinación, a la hora del recreo en las aulas de algún colegio, al abrir una subasta o al inicio de alguna prueba para aspirantes a un puesto de trabajo.
Sonaba la campana en los funerales, o en la ceremonia del intercambio de anillos en las bodas.
Sonaba la campaña para marcar el inicio de la jornada laboral, en el campo, para indicar la hora del descanso o para remarcar el final de una jornada.
Sonaba la campana en los aniversarios o eventos, para dar comienzo a un partido o para señalar que podía comenzar un discurso, con tiempos asignados en los debates o para presentar la llegada a la meta.
Sonaba en los incendios de difícil control, en la convocatoria a sesiones extraordinarias, ante los aciertos o fracasos en los diferentes retos.
Sonaba ante la negativa, aceptada, de seguir desarrollando una preparación física y abandonar por cansancio, hastío o incapacidad de superarse a sí mismo.
Sonaba en los hospitales, si se superaba una enfermedad crítica o si se lograba superar un cáncer, al momento del alta y ante una calle de profesionales de la salud que no querían perderse ese eco que sonaba a agradecimiento por cada esfuerzo descargado con ilusión y empeño.
Sonaba para señalar la hora de silencio acostumbrado, para ahuyentar animales peligrosos, para anunciar la entrada de un extraño, o invitado, a una casa o para invitar a que lasa miradas se dirijan al animal que lleva un cascabel a su cuello y desea presumir de amistad libre o dependencia aceptada.
Sonaba para llamar a quien no fuese visible en los desastres naturales y estuviese bajo los escombros, para señalar el tiempo que se dispuso para preparar una comida o el empeño del despertador por levantarte a toda prisa.
Sonaba para informar sobre los galardones a entregar o para abrir una bolsa con expectativa de depredadores.
Pero no hay una campana que suene por cada vida que sucumbe en la guerra ni por cada estómago hambriento, por cada alimento que se desecha ni por las miradas que desvían su atención, por una firma de guerra, para que todos nos enteremos ni por una falsa noticia que confunde y marca.
Tu amigo, que nunca te falla
Juan
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