sábado, 29 de septiembre de 2018

EL MUNDO DA MUCHAS VUELTAS

No somos conscientes de la realidad en que vivimos, porque pasamos de largo cuando alguien critica lo que va mal. Y lo hacemos porque creemos que nos van a señalar y eso pondría en tela de juicio lo que siempre defendimos y apoyamos.

Nos acostumbramos a las amenazas y los crímenes, como si viviésemos -en primera persona- el guión de un largometraje con trasfondo de novela negra. 

La basura es retirada de los cubos y la trasladamos a campos donde la compactamos y la convertimos en compost, pensando que todo lo que crecerá con sus nutrientes será más verdadero que cada uno de sus componentes.

Nos callamos si se le da más importancia al empate, en un partido de los más clásicos del panorama futbolístico, que a la curva de pobreza y dejamos de sensibilizarnos con quienes sufrieron con un robo porque se quiere dar una segunda oportunidad a quien metió la mano donde no debía.

No protestamos si encontramos faltas de ortografía en el comportamiento de grandes líderes, pero acostumbramos a hacerlo si las cosas no lucen como quisiéramos, aunque sea un derecho adquirido, porque se quiere contribuir a alcanzar mejores oportunidades para todos, aunque olvidándonos de la verdadera contaminación de la pobreza, la marginación y la desigualdad, verdaderos fenómenos sociales de los que todos somos parte integral. 

Damos un "me gusta" a alguien porque queremos quedar bien y luego aplaudimos el número de seguidores para lanzar una propuesta, con sabor a beneficio.

Cada día mueren más personas que luchan por ideales, que debieran ser de todos y los abandonamos a su suerte en el empeño más digno y cargado de sentimentalismo verdadero.

Definimos a las personas como "individuos que vivimos en sociedad", aunque pasemos de largo si nos piden ayuda y con esa definición también podrían ser personas los animales, con su instinto y nada más. Ser personas implica comprometerse y entregarse, despertar en el sueño de los demás y valorar al otro antes que a ti mismo, sentir los problemas como propios y luchar por una dignidad que nos corresponde y vincula.

Pretendemos alcanzar puestos de responsabilidad para hacer carrera y mantener un estatus, pero no para servir con lo que se puede regalar, por responsabilidad con los demás, a cambio de un apoyo y una entrega.

Seguimos alejándonos de los más desprotegidos, aunque se lea su sufrimiento -pasado y presente- en la lectura diaria de los medios de comunicación, porque desconocemos cómo hacerlo o porque consideramos que le corresponde a otros velar por el bienestar de esos grupos sociales marcados, señalados o relegados.

Creemos que la macro-economía da de comer a los más necesitados y sólo alimenta el ego de los más poderosos. Enseñamos a leer y escribir, pero no es suficiente en un mundo de cocodrilos, donde "el mundo da muchas vueltas".

Nos despreocupamos de leer programas que van a gobernar nuestras vidas, ya que pensamos -como ingenuos despreocupados- que todo el mundo es bueno mientras no demuestre lo contrario y el problema llega cuando las ilusiones nos abandonan y se despiden de nosotros, disculpándose por decisiones -aparentemente equivocadas y a destiempo-.

Entendemos más de cuestiones de bolsa que de economía local y nos preparamos más para el cambio climático que para saber dar la respuesta adecuada, acompañada de buenos abrazos.

Aplaudimos cuando el mensaje no lo merece, porque lo hace el grupo y dejamos de sintonizar con nuestra alma cuando se vislumbra dinero de por medio.

Es cierto que el mundo da muchas vueltas y va pareciéndose a una noria, que no para mientras se sigan pagando pasajes o hasta que el engranaje se oxide y rompa.

¡Qué poco trabajo nos costaría engrasar el mecanismo que nos permite subir y bajar, aplaudiendo cuando haya un mérito social y liderando cuando las necesidades sean las más reales y sentidas por aquellos que más nos necesitan¡

Tu amigo, que nunca te falla




JUAN 


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