jueves, 17 de enero de 2013

¿QUEDAN ATRAPADOS LOS SUEÑOS EN LA ALMOHADA?

Cuando nos vamos a dormir sentimos un cansancio y un deseo de relajar nuestros músculos que damos rienda suelta a nuestras piernas y nuestros brazos, las pesadumbres amontonadas y los sentimientos olvidados, cayendo en un profundo sueño del que no despertamos hasta el día siguiente.

Durante esa etapa soñamos con lo pasado y lo presente, lo futuro y hasta lo indeseado, con fantasías y mezcla de personajes que han cruzado por nuestras vidas en los días anteriores, interponiéndose unas circunstancias que nos han determinado últimamente y que han influenciado nuestro devenir pero que ahora, en el sueño, pretenden convertirse en el mejor escenario para la trama que se nos avecina durante la madrugada, mientras roncamos y levitamos suavemente.

Por la mañana comprobamos que hemos babeado, que la almohada está hueca y arrugada, pero no nos detenemos a preguntarle si sabe algo de lo que pasó mientras dormimos, porque tenemos miedo que nos relate los secretos y los misterios de un mundo que nos atrae por misterioso pero que también nos distancia por lo comprometedor.

Quizás nos diría que hemos golpeado el colchón porque creímos en el relato de una infidelidad o que susurramos un piropo porque estábamos cerca, muy cerca, de la persona que queremos con todas nuestras fuerzas, que dejamos algún cabello porque sentimos que nos lo acariciaban o que cruzamos las piernas y gritábamos en campo abierto porque correteábamos amenazados.

La almohada tiene más información que un archivo secreto, pues nos conoce cuando se relajan nuestros pensamientos y sabe de las historias de adulterio y de las mentiras que derramamos en el día a día, de nuestra vanidad y de la discriminación, pues son los argumentos que arman nuestro guión de cada noche.

Esa almohada a la que nos aferramos y que a veces llevamos a otros lugares, porque no queremos desprendernos de ella, a sabiendas de que podría revelar algún hecho pasado a quien le podamos ofrecer nuestra alcoba por una noche, justificando nuestro accionar porque se acopla bien a nuestro cuerpo o porque no nos despierta ese dolor de cuello del día después.

Cuestionamos a quien nos miraba, criticamos al vecino, vociferamos insultos a quien no nos dirigimos desde hace mucho tiempo, somos capaces de solucionar conflictos aplazados y encontramos soluciones para todo lo que nos preocupa, pero al amanecer se atascan todas las esperanzas y las propuestas, quedando en blanco nuestra propuesta de vida, porque no disfrutamos con sinceridad ese sueño.

Lavamos los forros de las almohadas y vienen planchadas y perfumadas al arreglar nuevamente la cama, pero en el fondo esconde un historial que la almohada se llevará más allá de la basura, si algún día la tiramos, sólo despiertan cuando nos vamos temprano o llegamos tarde, pues el vacío frío de ese lado que ocupas se arropa con el lado de quien espera paciente, desdichada, maltrecha o abatida y ahí le cuenta lo que sabe y ahí surge la duda que habrá de confirmarse.

No basta con borrar manchas o confesarse en broma, con vestirse con elegancia o presinarse cuando lo hace el vecino, porque debiera haber un espacio en los juzgados para las almohadas y descifrar sus secretos, ahí donde nada se pierde y todo queda indeleble, porque la maldad y la injusticia, la voracidad y la avaricia firman sus actos o donde el arrepentimiento deja caer unas lágrimas.

Aprovechemos la vida para escribir con calidad lo que somos y demostrarlo, pudiendo registrar en la almohada el secreto que transmite la transparencia de lo que somos y cómo actuamos, pudiendo estar tranquilos si algún juez la llama para declarar en nuestra contra.

Gracias por seguir ahí. Vuestro amigo, que nunca os falla


Juan.

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