Debemos mirarnos hacia adentro y considerarnos un jardín donde cultivar todo aquello que nos va a permitir crecer y dar frutos, porque de lo contrario estamos destinados a secarnos por dentro y a presentarnos ante los demás como seres humanos "de secano", sin posibilidad alguna de satisfacer el apetito de quien desea llenarse del jugo de nuestras propias actitudes.
Y para cultivar hace falta preparar el terreno quemando el rastrojo de lo que estuvo sembrado ahí, para que podamos re-sembrar con confianza. Esto exige auto-criticarnos como experiencia vital y desechar todo lo superfluo e innecesario, lo que hizo daño y lo que provocó desaliento, lo que no nos llevó a ninguna parte y lo que nos señalaron otros como vacíos propios de una personalidad poco construida.
Cuando esté listo podemos sembrar y hay que rebuscar entre aquellas semillas que den luego los frutos que esperamos alcanzar. Entre las semillas más recomendadas para este año están:
1. La esperanza en que podemos aportar para lograr un cambio con nuestra participación.
2. La templanza de soportar avatares e indiferencias, porque en el camino se aprende a ser uno mismo.
3. La verdad de de mirarse en el espejo de las experiencias vividas para re-leer lecciones aprendidas.
4. La sinceridad de aplaudir la conducta de ese otro ser humano que nos enseñó el camino a seguir.
5. La calma de la sensatez que nos procurará descubrir el verdadero sentido de nuestro existir.
Ya seleccionadas podemos arar las durezas y callos de la tierra, condicionados por tantas verdades que no aceptamos y por las dificultades que se soportaron, los orgullos que se calcificaron y los momentos petrificados, por buenos o por adversos.
El arado tenemos que vestirlo con cuchillas que rompan y fragmenten los trozos enteros que no puede digerir un terreno ni lavado con el agua de lluvia, las que trituren todo lo que el sol no puede derretir y pulvericen lo que no nos ha permitido integrarnos social, barrial o culturalmente.
Cuando todo esté suave y se nos hundan los pies en los surcos, es porque hemos encontrado la palabra que puede perdonar y la frase que abre camino, el retazo de solidaridad que negamos el año anterior a un amigo o la mano extendida que nunca sacamos del bolsillo ni por un familiar.
Luego hay que aprender el arte de rociar las semillas para que al desparramarse alcancen toda la superficie y podamos pensar que todas van a germinar, porque lo que realizamos nos sale del corazón y estamos dispuestos a iluminar otros corazones tristes e impenetrables, con una actitud propia de valientes y emprendedores, los que nunca debieran estar en paro.
Luego nos toca trabajar una temporada, manteniendo nuestra voluntad de seguir siendo lo que prometimos, porque así nos lo va a reclamar quien recibió nuestra voz de apoyo y nuestro abrazo de re-encuentro, pues lo difícil siempre es mantener viva la voz de sostén y soporte, aún cuando estemos necesitados de otro abrazo anónimo en nuestro propio y singular caminar.
Al final vamos a presumir de jardín, por las plantas que brillan y los amigos que ayudan, por los pájaros que acuden y los rayos que se reflejan, por la convivencia de diferentes plantas y por el color que destella, por el rocío que los carga y el silencio que lo alberga, por las especies que se sustentan y por el orgullo de formar parte de una obra imprescindible para seguir llamándonos seres vivos y racionales.
Gracias a todos, de corazón, por seguir ahí. Vuestro amigo, que no os falla, camino del primer año del blog, el próximo 28 de febrero.
Juan
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