La vida
selecciona aquellos momentos que son capaces de transformarte, personal y
profesionalmente, a pesar de que ello ocurra alejado de tu familia y la tierra
que te vio nacer, en rincones tan distantes como pudiera construir la
imaginación de un soñador cualquiera.
Hace 25 años
que dije adiós a amigos y proyectos, oportunidades y pacientes, con el
sonambulismo pertinaz de un idealista enamorado, arrancando lágrimas a las
horas y zapateando incertidumbres en los asientos de algunos aeropuertos que,
por los retrasos de los vuelos, pareciese que me susurraban que no abandonase
mis raíces.
Vas tropezando
con seres humanos, surgen de la nada
espacios que te permiten dar todo tu esfuerzo al servicio del bien común y por
ello se vive la realidad asumiendo responsabilidades con el afán de compartir y
aprender, entregando fuerzas y esperanzas para consolidar equipos de trabajo junto
a los que podamos proponernos objetivos viables, alcanzables y mensurables.
El progreso,
allá donde se vaya, debe entenderse como una sabia mezcla de espíritu de
superación y capacidad de entrega, con lo que vamos generando esa fuerza
interior para superarnos –en el día a día- y en el ejercicio constante del
servicio a los demás.
Nuestra tarea,
clara y diáfana, siempre orientada a promover espacios para el diálogo y la
comprensión de todas aquellas necesidades que nos limitan, debe proponerse la
búsqueda de estrategias para integrar aportes constructivos en nuestro
recorrido, orientado al equilibrio, con equidad y justicia.
Nunca se puede
vislumbrar un futuro prometedor si no alcanzamos mejores espacios de desarrollo
profesional, adaptando nuestra visión a la misión real que tenemos, con todos
los instrumentos disponibles que nos permitan incorporarnos a los fenómenos
desproporcionados de globalización –mal definida- y donde el fin que debe
buscarse se orientará siempre a hallar la paz y la calma necesarias para tomar
decisiones que impacten positivamente en la vida de los demás.
Llegaremos a
disponer de momentos para sentirnos orgullosos de lo que hacemos cuando quienes
lleguen a ser receptores de nuestro mensaje o nuestras acciones sientan la
comprensión necesaria para aceptarlas y tengan la disponibilidad adecuada de
servicios para que colmen sus aspiraciones en pro de un principio de igualdad
de oportunidades para todos.
La sociedad
reclama un ejercicio responsable y meditado, altruista y convencido de que
nuestro aporte será decisivo en el desarrollo personal de nuestros ciudadanos,
siempre que sea entregado con un abanico de oportunidades y manteniendo sólido
el soporte de equidad y solidaridad.
Cada día estoy
más convencido de que el trabajo nos dignifica por lo que contribuye a cumplir
aspiraciones y disipa desigualdades, pero la voluntad de seguir siendo nosotros
mismos es y debe ser nuestro mejor aporte al crecimiento de una sociedad cada
día más inclusiva.
Sin embargo,
salimos de nuestros rincones pueblerinos y nuestras aulas universitarias para
tener una visión más integral del mundo y para reencontrarnos en nuestras
raíces, por lo que siempre dependemos de vivencias y experiencias de vida de
seres humanos a los que consideramos modelos y en los que sustentamos nuestros
afanes y nuestras luchas.
Quizás sea
petulante si os digo que mi mayor éxito profesional, a pesar de las
conferencias dictadas y los cursos ofrecidos, los libros escritos y las charlas
compartidas, los cargos desempeñados y los equipos que integré, fue pronunciar
el pregón de las fiestas de mi pueblo del alma.
Llevamos
dentro el orgullo de pertenecer a una hoya o un valle, una comarca o una aldea,
por el miedo de perecer lejos en el intento o no poder regresar al seno materno
de las calles y las plazas, las jergas y la gente que no disimula su alegría al
verte.
Todo lo que te
ha rodeado y te ha observado es parte del micro-ambiente con el que debes
inter actuar a diario y ello te arrastra a querer y preferir aquel espacio, una
corriente de aire, esos animales quejumbrosos, algunas personas que fueron y
vinieron e incluso el aroma con el que te despertabas al amanecer.
En la Navidad
debemos reflexionar en voz alta, a pesar de la triste realidad que nos envuelva
y entregar nuestro más sencillo legado, que deberíamos poner en marcha cuanto
antes para empezar otro año con otro semblante; ese sería el verdadero regalo
de Reyes Magos para los que sufren y tambalean, se refugian y lloran en
silencio, se muerden los dientes y tienen muchas preguntas para cualquiera de
ustedes, muchos de los que dirigen y controlan, algunos de los que gestionan y
manipulan y esos pocos, entre todos, que roban y se esconden.
Sueño en que
no haya otra “prima de riesgo” que la media de todos los países, porque somos
un reflejo de lo que nos rodea, para evitar señalamientos y cobardías y también
sueño en que los sueldos se paguen cuando se justifiquen los proyectos y así
gastaríamos menos dinero en aeropuertos fantasmas, trenes que no se llenan o
pseudo-líderes que hablan “con el eco” de quienes los utilizan, porque parece
que se acabó la “opinión sin sesgo” en la alacena de la vida diaria.
Hay noches en
que sueño en proponer a los políticos exitosos, políticos fracasados, líderes
de su propia marca de fábulas, catedráticos de lo ajeno y samaritanos con
tarjeta de presentación que aprendan la lección de la calle más sencilla y
práctica “que tenemos dos orejas y una boca, para escuchar el doble de tiempo
de lo que se habla y no lo contrario”, así tendrían cabida todos los reclamos.
Quisiera
proponer a los abandonados a su suerte que se constituya el “banco bueno”,
aportando todos los que tienen sueldo la paga extra de Navidad, así nadie tendría
que quitársela y la usaríamos para dar oportunidades de vivir con dignidad en
Navidad a quienes no tienen suerte, dinero, trabajo y el amor se les está
acabando.
Quisiera
proponer que se democratizara la calle y tengamos libertad, sin miedo, para
hablar con el que tenemos a nuestro lado, así nos haríamos la diálisis de las
penas y las inquietudes en cualquier acera.
Quisiera
proponer que no nos sintamos orgullosos por la gente que se va, ese potencial
humano que se aleja, porque nos hará falta en algún momento, quizás de añoranza
por lo que perdimos y nos callamos porque huyó un reclamo menos.
Quisiera
proponer que se hagan más programas “Tengo una duda por usted”, ahora, en
tiempos de crisis, sin necesidad de rating sino de resolver problemas reales.
Quisiera
proponer, en estos momentos, un sueldo estable para todas las mujeres amas de
casa, no sólo para los parados, que atenta contra la dignidad del ser humano,
porque las trabajadoras anónimas del hogar también son seres humanos y ya es
hora de que nos acordemos de quiénes manejan la economía familiar y son capaces
de sustentar la fe aún en tiempos de turbulencias y terremotos
socio-económico-culturales.
Quisiera
proponer que saquemos del diccionario, por un año, algunas palabras que nos
están hiriendo notablemente y distanciando a los seres humanos, como subsidio,
parado, indigente, voluntario, refugiado, acogido, desahuciado, mendigo,
mileurista y busquemos palabras nuevas para un futuro distinto, con esperanzas
nuevas, porque todos vivimos de algún subsidio, estamos parados en algún
momento del día, debemos ser voluntarios para los demás, nadie va a ganar más
de mil euros y seguimos mendigando oportunidades.
Quisiera
proponer que quien haya robado salga de España con lo puesto y que el que se
haya aprovechado de algo o de alguien no tenga oportunidad para el
arrepentimiento público, sino que a todos se les exija hacer un listado de
todas las personas a las que se les haya hecho daño y, sin cobrar un euro hasta
que acabase su tarea, fuese uno por uno pidiendo perdón y prestándose para
reparar el daño provocado.
Quisiera
proponer que las noticias no se vistan de colores ni banderas, porque son para
escucharlas y no para lucirlas con un vestuario llamativo, que los medios son
para llegar a seres humanos que necesitan de mensajes y no los fines que
justifican cualquier medio.
Quisiera
proponer que las manifestaciones fuesen con turnos rotativos, para que quien
escuche no espere paciente a que acaben las primeras 48 horas, pues es el único
medio para seguir insistiendo en que los derechos son como las varas verdes,
nunca se van a romper a pesar de que se les doble hasta el hartazgo.
Quisiera
proponer que se les dé una paga extra a los desempleados porque son los más
importantes en este momento y tienen el derecho a pasar una Navidad más digna
que nadie, entre todos nosotros.
Quisiera
proponer que el Padre Nuestro empiece diciendo “Padre Nuestro que estás viendo
lo que ocurre en nuestra realidad y permites que veamos sufrir a nuestros
hermanos, ayúdanos a encontrar el camino y que así se haga tu voluntad, que no
puede ser muy distinta a esta, en esta tierra en la que vivimos, mal
globalizada y bien aprovechada hasta la saciedad para que algunos “sigan
ganando el pan con el sudor del de enfrente”.
Quisiera
proponer que el único hurto que se produzca en esta Navidad sea robar la verdad
del baúl donde esté almacenada para que todo el mundo la conozca y nadie se
sienta confundido ni manipulado.
Quisiera estar
seguro que el único accidente en esta Navidad sea el de un oportunista, un
ladrón de cuello blanco, un usurero, un manipulador, un imputado o un criminal
confeso que salgan a pasear camuflándose y escuchen este mensaje de Navidad,
para que propongan cambios en su vida y se expongan a
ser supervisados por toda una sociedad que deberá darles el indulto cuando se
crea viable su re-inserción social.
Quisiera
eliminar la vida pública de quienes siendo personajes públicos y notorios han
sido capaces de manipular y chupar, porque aquí, entre nosotros, sólo hay un
dinero que nos pertenece y debe ser reembolsado con los intereses que fuesen
impuestos y legalizados por una sociedad que debiera ser cada día más inclusiva
para el honesto y el trabajador excluido.
Quisiera
compartir, como todas mis Navidades, un pastel y una oración, una visita de
cortesía de médico y un abrazo, con quienes se sienten vacíos de momentos y
abrazos, de palabras y oraciones, de esperanza y paciencia, porque de ellos
debemos aprender en el día a día.
Quisiera que
los periodos presidenciales fuesen de un año y que estuviesen abolidas las
mayorías absolutas, que los niños tuviesen voto político porque algo
aprenderíamos de ellos en sus reflexiones, que los abuelos fuesen al Congreso,
que el Senado abriese espacios para homosexuales y prostitutas, amigos de lo
ajeno y zapateros, porque entre todos (esta sociedad es de todos) podríamos
remendar leyes más ajustadas al zapatero y a los ladrones, convenciendo a todos
de la importancia de arreglar zapatos y de disponer de lo propio, mucho más
importante que destruirlos y apropiarse de lo que tiene el de enfrente.
Quisiera más
cosas para esta Navidad, pero empecemos este año por todo esto que no es poco.
Y, porque es muy importante, quisiera que nadie hablase si no cumple, más vale
callar para provocar que otros hablen que hablar para la foto y que la foto lo
demande en el futuro por no haber hecho nada y haber mentido en todo.
Con
sentimientos de consideración y estima de un español, residente-ausente,
enfadado con la basura y la farfolla, esperando regresar para sentirme útil en
planteamientos, propuestas y enfoques, cuando la vida me reclame y, mientras
tanto, dispuesto siempre a reclamar por la gente que me hace sentir orgulloso
de ser español, no importa si en la distancia.
Juan Aranda Gámiz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario