viernes, 27 de diciembre de 2024

Aprende de mí

 

Pareciese que estuviésemos viviendo con la necesidad de atravesar la etapa de la adaptación, que dura desde que somos concebidos y hasta que logramos aceptarnos en un mundo en constante cambio. Es en esta travesía, que puede durar hasta la segunda o tercera década de nuestras vidas, en la que nos preguntamos por qué caímos en este planeta, qué nos aporta la sociedad en nuestro proceso de construcción personal y cómo hemos de guardar las experiencias en nuestro baúl  propositivo, porque algún día tendremos que echar mano de las vivencias  para seguir proponiéndonos los cambios y ajustes necesarios para seguir aceptándonos. 

Luego viene la etapa del compromiso, que persiste durante toda nuestra vida útil y/o productiva, en la que  algunos se regalan, otros se entregan y la gran mayoría se reserva. Es aquí donde alcanzamos los éxitos o los fracasos, donde los aplausos nos concilian o  nos invalidan,  donde encontramos el sentido a las relaciones y también donde más preguntas nos hacemos sobre nuestros aportes y la calidad de nuestra aura, esa corona radiada que salpica calor y ejemplo, en nuestra tarea constante de pastoral en esta vida, o repudia y alejamiento por lo insalubre de nuestra paz interior.

Para finalizar, necesitamos atravesar la etapa del reflejo, en la que somos cuentacuentos de una historia de vida, pues narramos historietas a medias, procuramos tener cautiva a una población con consejos nunca aprendidos y, en muchos casos, renacen  liderazgos que buscan construir una escuela, aunque  quienes ahora la proponen nunca fueron buenos aprendices de nada. 

Y en este fin de año encuentro que  la etapa de la adaptación ha sido difícil para quienes tuvieron  que dormir en la calle, con la casa a  cuestas, por esquivar bombas que salieron de voces desacostumbradas que tomaron decisiones desde el desván del odio y aprendieron a malinterpretar su condición de vida, buscando el consenso entre los votos esquinados y desdibujados de una sociedad en  continua crisis de valores.

Sinceramente,  en la etapa  del reflejo del año que ya pasa, no he encontrado proyectos de desarrollo democráticos y sustentados por propósitos del alma, en muchos casos faltos de madurez por la búsqueda constante de una aceptación a ciegas, condicionada por el dinero que teje heridas y zurce las calamidades, para luego presentar una camisa social, a bajo costo, con la etiqueta de un mundo a la medida de quienes así lo quieren para satisfacer sus propios  intereses.

Y en la etapa del reflejo me sigo preguntando dónde está la verdadera iglesia en el mapa de símbolos, cuántas calles perdidas  hay en el mar que ahogó tantas buenas esperanzas, a vista y paciencia de un sol que creemos que es para todos y se siguen dando los mensajes de Navidad por los líderes políticos y militares, cuando deberían escuchar a los representados y renovar sus votos de una entrega total, en ese contrato social al que tenemos tanto derecho y del que somos constantemente olvidados.

Y en ninguna etapa nos preparamos para aprender del clima, de las banderas que ondean, del niño que gatea en dirección opuesta, del gorrión que anuncia la lluvia,  del portal que nos habla del visitante inesperado, de la peana  que nos susurra los secretos de la calle, del tranquillo que calla tantas promesas injustas, de la ropa lavada que se ensució de tanto menosprecio y no del polvo acumulado en la maleta, de los abrazos postergados, que  nos maltratan por la falta de compostura del mejor de los aprecios, del Padrenuestro que rezamos de memoria, de la fachada que señala la calidad de ser humano que alberga en su interior, de las miradas que tanto debieran educar y de las decisiones que fueron justas, aunque nadie lo reconozca, porque siempre hay algo que nos está insinuando: "aprende de mí".

Tu amigo, que nunca te falla



Juan 






martes, 17 de septiembre de 2024

¿Tiene un pase hablar sin actuar?

 Vivimos escuchando y  mirando, sintiendo y huyendo, tarareando y  recitando, pero sin comprometerse y esa actitud genera una indiferencia social porque los ejemplos se copian y los dilemas son interiorizados  como traineras en las que  no caben soluciones aceptadas.

Muy a pesar de las reacciones tan sensibles que dejan perplejo al más estratega,  no hay cambios sustanciales en las realidades que nos afectan  como seres humanos y que trastocan nuestra esencia más personal y colectiva.

No podemos seguir trasladando a las nuevas generaciones que la inacción, o mirar para otro lado, sea el modo de afrontar realidades adversas, o incomprensibles, desde cualquier óptica.

¿Y dónde están los ejemplos?

Pasamos horas ante la pantalla o sentados, frente a la ventana que nos trae el viento de lamento de tierras no muy lejanas, intentando analizar guerras sin sentido y crímenes que no encuentran justificación alguna para seguir lanzando cohetes y derrumbando proyectos de vida.

Escuchamos tretas de pseudo-líderes, a los que hemos convertido en gestores de la vida pública, a fin de insertarse en el mundo común y corriente con el perdón de tanto sufridor que les libere de culpa para seguir predicando la verdad y recibir aplausos gratuitos.

Hablamos del impacto de guerras y conectamos con quienes venden insumos para alimentar tristezas humillantes, porque se  nos ha insinuado que  son parte de una democracia ideal.

Abogamos por reformas legales para proteger el medio ambiente, conscientes de su continuo deterioro y la  repercusión sobre nuestra salud, pero seguimos empeñados en que la tarea es de los demás y a nosotros, como personas, no nos compete aportar de palabra ni obra. 

Hemos introducido conceptos, como la energía verde, pero todas las facetas de la vida pública han adquirido el color verde del dinero y no de la protección, potenciando la voz del negacionismo e impulsando el mensaje del odio y la discriminación.

Escondemos las palabras y las sacamos  a pasear cuando hay quien nos va a aplaudir y  no cuando otros necesitan concientizarse, sin costo alguno, de verdades que les impulsen a establecer la "letra pequeña" de las grandes contradicciones en las  que esta vida nos incluye.

Nos estamos convirtiendo en  expertos de contra-reformas para  salir airosos de cualquier crítica que pretenda construir escenarios más saludables y es así como buscamos afianzar los nexos en el interior del matrimonio, pero rápidamente evitamos responsabilidades y  nos inventamos el término LAT (Living Apart Together: o sea, estar juntos pero viviendo separados). 

Realmente nos preocupamos de la salud mental de los adolescentes, mientras les aportamos instrumentos para aculturizarles y analfabetizarles culturalmente, porque es un grupo poblacional acrítico que interesa a los propósitos alienantes de cualquier otro grupo dominante. 

Narramos sobre las mujeres que siguen siendo víctimas de violencia sexual o violencia de género y nos limitamos a contabilizar y presentar gráficos estadísticos que colorean de verguenza el panorama real de la convivencia.. 

Ante todo esto, me hago la pregunta ... ¿y tiene un pase hablar y hablar, sin actuar?

jueves, 25 de abril de 2024

Nunca llegaremos a ser si no tenemos la decisión firme de seguir siendo.

 

Decía D. Antonio Machado, en uno de sus más entrañables proverbios: “Hoy es siempre todavía”, porque siempre que haya una razón, motivada por un empeño, habrá la posibilidad de luchar, hoy y por siempre.

Soy español, residente-ausente, por más de 37 años de mi vida y he seguido la vida política de mi país, con los avatares propios de cualquier sociedad democrática y los sobresaltos desleídos en boca de sus representantes políticos, desde que mis pies despegaron del suelo que me vió nacer.

Hace unos 3 años escribí un libro “Carta a un político”, con poca repercusión social y que nunca llegó a cristalizar mi sueño de poder leerlo, tal y como se acostumbra con “El Ingenioso hidalgo D. Quijote de La Mancha”, como un derecho de un representado más, en la casa del pueblo, o sea, en el Congreso de los Diputados y en el Senado.

No hay un libro escrito que enseñe a alguien a ser presidente, como tampoco lo hay para aprender a ser padre, pues confiamos en el corazón que va madurando y en el alma, con compostura de entrega, como los dos únicos asesores en el día a día.

Vivimos en un mundo de contrapesos que buscan el consenso entrópico, el mismo que nos hará vernos singulares en la diversidad.

El golpe de los contratiempos, como manifestación viva de una homeostasis desequilibrada, no debe ser lo que genere dolor sino el resquebrajo de las ilusiones que estuvieron en el  arranque de nuestras  actitudes primigenias.

Decía mi abuela que “hay que agradecer a quien te castiga, envidia u ofende”, porque en el relato hay una aceptación  implícita del valor y la fuerza que se te presupone y la envidia impulsa al otro a buscar las esquinas más pronunciadas de nuestros pasos

No pertenezco a ningún partido político, pero el matiz que colorea y da vida a mi razón de ser es el socialismo de cualquier siglo y época, el que transmite un principio de igualdad  de oportunidades y una verdad que subyace a todas las injusticias en los determinantes sociales más prevalentes  en la sociedad que nos ha tocado vivir.

Es cierto, sin embargo, que continuamente nos reflejamos en la realidad aumentada de una balanza, pretendiendo sopesar nuestras verdades y nuestros errores, nuestras carreras y nuestras pausas, nuestras oportunidades y también nuestras amenazas.

El valor democrático de nuestros actos se hace mayor al reconocer que el aire que respiramos debe recoger, por igual, las voces pronunciadas o eructadas de cuantos transiten por las mismas calles de participación que nosotros frecuentamos.

No debe haber motivo para ningún arrepentimiento hasta que las urnas no abran un soplo de desencanto ni tampoco podemos predecir un fin sin haber soltado la cuerda que sostiene nuestro aliento democrático.

Decía Descartes: “Pienso luego existo”, pero a día de hoy debe ser más justa la expresión “Creo luego vivo y vivo, luego existo”. Si cree y sigue creyendo en su propuesta es porque sigue viva su condición y, si esto es así, es porque debe seguir existiendo el espíritu que le mueve a seguir en su empeño.

El testimonio de lucha nos compromete y el compromiso es lo único que nos da aliento. Perder el aliento es el motivo que aupa el desaliento de los aplausos que, a veces, es lo único que les queda a quienes están sin voz y sin excusas para seguir luchando.

No deje en el anonimato una tarea empeñada en apellidar  a la democracia con una igualdad fraterna y una concordia cívica, con democracia en los afectos y sensatez en los pactos, con un rechazo a la sordidez  de los arrebatos políticos y siga acogiendo los abrazos, como el que pretendo compartir con usted a través de esta carta, como un impulso anónimo a su gestión y un aporte más a la necesidad de aceptarnos más y mejor.

Nunca llegaremos a ser si no tenemos la decisión firme de seguir siendo. Su decisión es personal y mi apoyo irrestricto.

Juan Aranda Gámiz.

viernes, 12 de abril de 2024

El cambio climático existió siempre

 

Siempre se han derretido las esperanzas de los padres, ante el rumbo de los hijos, o las esperanzas de los hijos ante el destino incierto de los padres, mucho antes de que empezásemos a notar el derretimiento de los glaciales.

Siempre se contaminó la paz de la familia cuando una voz extraña les insinuaba que su aceptación en el barrio era algo imposible, por su aspecto, su condición migrante o apellido de sus pasos, o cuando las bombas le sugerían a las familias una carrera de huida hacia un camino de indiferencia. Y cuando se empezaron a procesar los alimentos, solo a partir de entonces, se comenzó a incluir a los espacios protegidos.

Siempre hemos llorado cuando hemos enfrentado el cuestionamiento de la verdad, aunque luego estuviésemos callados y serios hasta que nos perdonase aquel a quienes iban dirigidos los epítetos de desprecio que tan poco nos costaba pronunciar. Y hoy, afrontando la falta de lluvias nos manifestamos preocupados por la sequía del planeta.

Siempre se nos tapaba el drenaje del patio y el agua de lluvia nos entraba en la casa, por lo que llamábamos la atención a quien incumplió algunas normas básicas, como tirar el papel higiénico a la taza y no a la papelera. Y cuando el mar se irrita en plena pleamar y penetra en tierra firme es cuando hablamos de las inundaciones y de los desastres naturales. 

Siempre cultivábamos flores y arbustos, mezclados en el mismo espacio de terreno, con la filosofía de quien es generoso con su huésped.como razón de ser de un comensalismo equitativo y agradecido. Y es cuando se pensó en la rentabilidad de los monocultivos, cuando surgieron las plagas y, a continuación, los insecticidas, plaguicidas, raticidas, que tanto daño producen cuando se introducen en la cadena alimentaria. 

Siempre hubo quienes preferían dejar a los animales en su hábitat y visitarlos cuando fuese oportuno, para que todos pudiésemos ver los mismos gestos y carreras, rugidos y sombreros. Sin embargo, cuando los entrecruzamos  y lo exótico se  impregnó de exquisito, brotaron las pandemias más severas. 

No nos fijemos en la atención global a los discursos y las restricciones, sino volvamos la mirada a lo que siempre fue el verdadero cambio climático y resolvamos temas pendientes que nos harán vivir con mayor dignidad en un mundo en constante cambio.


Tu amigo, que nunca te falla



Juan. 


jueves, 28 de marzo de 2024

Sentires

 

Este año me he propuesto hacer un relato de todos mis sentires. 

Sentí la ausencia de regalos en muchos rincones, donde la soledad no tiene fondos para regalar y la realidad virtual no ha sido aún capaz de arrebatar una sonrisa a un niño olvidado.

Sentí la expresión de una guerra, siempre cruel, cargada de tristeza y envidia, rencor y desesperanza, en la cara de niños que abrazaban un charco de agua mientras dormían en la calle, añorando la paz de aquel pesebre que resultaba más cómodo y humanitario que el frio de un sueño constantemente interrumpido por los bombardeos.

Sentí la penumbra de un desconsuelo en lo más hondo de cuerpos acribillados por una sociedad rebosante de señalamientos y discriminación, manipulación y abandono.

Sentí la ausencia de líderes en territorio hostil, allá donde se hubiese terciado un conflicto, sin espacios para fotos del recuerdo ni abrazos acordados ante las cámaras.

Sentí la distancia generada por la venganza y el reencuentro manipulado por los intereses creados, en un capítulo más de los oportunismos mercantiles que trasiegan entre corazones rotos.

Sentí la mentira de los discursos, sobrecargados de intenciones inhóspitas y siempre balbuceando cuando se reclaman los verbos, como sustitutos de los sustantivos.

Sentí la hipocresía de los formalismos, como jueces imperfectos de lo cotidiano, a fin de engañar a las costumbres y seguir envenenando el patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad.

Sentí el calor del invierno y la nieve de la primavera, como huella de unos pasos equivocados en nuestra vida de relación constante con la Naturaleza.

Sentí que crecer no te hace grande y que sigue habiendo una distancia insalvable entre ser demagogo de proyectos rentables y pedagogo de las buenas intenciones.

Sentí que nacer tiene un costo si la tierra que te acoge no entiende de igualdad de oportunidades.

Y lo que aún me queda por sentir en lo que resta de año


Tu amigo, que nunca te falla



Juan