sábado, 22 de julio de 2023

El éxito está en el banquillo

 

Se piensa que las cabezas visibles, la alineación oficial entregada por el entrenador de turno, son quienes deben competir “a muerte” para intentar superar los avatares de cualquier enfrentamiento, anteponiendo el “fair play” y con el único propósito de ganar en la contienda.

Sin embargo, cuando se debe jugar con la avaricia de quien se mira el ombligo, como centro del mundo y la codicia de un poder que se desea con vehemencia en lugar de con una reflexión por el bien común, hay que echar mano del banquillo.

Y ahí tenemos la filosofía de Goebbels, la que bautizó como “Guerra total”, con el único propósito de convertir mentiras en verdades si se repiten miles de veces, lo cual es una estrategia para seguir con los regates propios de los pilares de la posverdad.

Más adelante ponemos en el medio del campo a la mecánica, para que se desenvuelva reteniendo el balón con monotonía y aburrimiento, hasta tal punto que el tiempo que transcurre nos haga perder la ilusión y el interés por ir al campo a aplaudir y reencontrarnos con el deporte, en su esencia más enriquecedora.

Y es entonces cuando buscamos las “comas” a las manifestaciones de los políticos y los “rictus” en las respuestas, procurando que se pierda la atención en el contenido, porque posiblemente no lo haya.

Casi al final del primer tiempo sacamos al terreno al “mal augurio” y damos por “buena” la interpretación que hacemos de los indicios o ponemos encima de la mesa la verdad de nuestra intuición, como amenaza, porque también ahí habrá un posible trasvase de votos. Y esto nos define como “pacientes” receptores de los males que nos aquejarán por siempre.

Y como el marcador no se mueve, cambiamos al portero y el  reemplazo lleva escrito en su camiseta “No olvidar significa mantener el status quo”, con lo que hacemos un llamado de atención para que no se levante mucho polvo y hacemos lo posible por parar los balones que llevan una trayectoria de progresismo, superación o  legitimidad del propio olvido.

Al final, se gana o se pierde, pero se ha luchado con el empuje de la plátina, aunque algunos lo pretendan transformar en una pletina para seguir escuchando los ecos del pasado, pero si somos ese público que aplaude los cambios tendremos, siempre, que conformarnos con los marcadores.

De todos modos, el éxito seguirá siendo –lamentablemente- del banquillo.

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