martes, 17 de septiembre de 2024

¿Tiene un pase hablar sin actuar?

 Vivimos escuchando y  mirando, sintiendo y huyendo, tarareando y  recitando, pero sin comprometerse y esa actitud genera una indiferencia social porque los ejemplos se copian y los dilemas son interiorizados  como traineras en las que  no caben soluciones aceptadas.

Muy a pesar de las reacciones tan sensibles que dejan perplejo al más estratega,  no hay cambios sustanciales en las realidades que nos afectan  como seres humanos y que trastocan nuestra esencia más personal y colectiva.

No podemos seguir trasladando a las nuevas generaciones que la inacción, o mirar para otro lado, sea el modo de afrontar realidades adversas, o incomprensibles, desde cualquier óptica.

¿Y dónde están los ejemplos?

Pasamos horas ante la pantalla o sentados, frente a la ventana que nos trae el viento de lamento de tierras no muy lejanas, intentando analizar guerras sin sentido y crímenes que no encuentran justificación alguna para seguir lanzando cohetes y derrumbando proyectos de vida.

Escuchamos tretas de pseudo-líderes, a los que hemos convertido en gestores de la vida pública, a fin de insertarse en el mundo común y corriente con el perdón de tanto sufridor que les libere de culpa para seguir predicando la verdad y recibir aplausos gratuitos.

Hablamos del impacto de guerras y conectamos con quienes venden insumos para alimentar tristezas humillantes, porque se  nos ha insinuado que  son parte de una democracia ideal.

Abogamos por reformas legales para proteger el medio ambiente, conscientes de su continuo deterioro y la  repercusión sobre nuestra salud, pero seguimos empeñados en que la tarea es de los demás y a nosotros, como personas, no nos compete aportar de palabra ni obra. 

Hemos introducido conceptos, como la energía verde, pero todas las facetas de la vida pública han adquirido el color verde del dinero y no de la protección, potenciando la voz del negacionismo e impulsando el mensaje del odio y la discriminación.

Escondemos las palabras y las sacamos  a pasear cuando hay quien nos va a aplaudir y  no cuando otros necesitan concientizarse, sin costo alguno, de verdades que les impulsen a establecer la "letra pequeña" de las grandes contradicciones en las  que esta vida nos incluye.

Nos estamos convirtiendo en  expertos de contra-reformas para  salir airosos de cualquier crítica que pretenda construir escenarios más saludables y es así como buscamos afianzar los nexos en el interior del matrimonio, pero rápidamente evitamos responsabilidades y  nos inventamos el término LAT (Living Apart Together: o sea, estar juntos pero viviendo separados). 

Realmente nos preocupamos de la salud mental de los adolescentes, mientras les aportamos instrumentos para aculturizarles y analfabetizarles culturalmente, porque es un grupo poblacional acrítico que interesa a los propósitos alienantes de cualquier otro grupo dominante. 

Narramos sobre las mujeres que siguen siendo víctimas de violencia sexual o violencia de género y nos limitamos a contabilizar y presentar gráficos estadísticos que colorean de verguenza el panorama real de la convivencia.. 

Ante todo esto, me hago la pregunta ... ¿y tiene un pase hablar y hablar, sin actuar?